En los últimos años, los staffs técnicos se han visto obligados a evolucionar, acercándose a la evidencia científica e incorporar especialistas en diferentes aspectos del entrenamiento deportivo. El objetivo, aplicar mejores y más eficientes metodologías, especialmente las referentes al control y la optimización de las cargas de trabajo soportadas por los deportistas, pasando esto a ser un factor de gran importancia para asegurar la disponibilidad de los jugadores [1].
Los deportes de equipo se definen por sus situaciones dinámicas y condicionalmente exigentes. Estos se caracterizan principalmente por su carácter intermitente y de continuo cambio e incertidumbre permanente, en los que predominan acciones de alta intensidad como sprints, saltos, aceleraciones y deceleraciones en diferentes planos, cambios de dirección, etc., sean estas con o sin balón (u otro móvil utilizado) [2–5]. Actualmente, para poder participar en el nivel competitivo más alto, los jugadores deberán soportar las altas exigencias físicas que aumentan continuamente.
Existen muchas disciplinas deportivas con diferentes normativas y matices en el marco de los deportes de equipo, pero para simplificar todas las casuísticas diferentes que nos encontramos, diferenciaremos dos grandes grupos, deportes outdoor y deportes indoor. Las principales características de los deportes outdoor es que estos se juegan al aire libre, con espacios grandes, un mayor número de participantes y por norma general mayor duración de juego, por el contrario, los deportes indoor destacan por jugarse en espacios más reducidos, con un menor número de participantes y una duración de juego menor. Estas tres variables condicionan las demandas físicas, y por tanto la respuesta fisiológica, de nuestros deportistas, siendo necesario un acondicionamiento físico distinto en función de las exigencias de cada uno de los deportes, del número de competiciones y partidos en los que se participa, de la exigencia o nivel competitivo e incluso del total de minutos disputados por partido y la posición o rol de juego. A esto debemos sumar que ha habido un incremento de la velocidad de juego, además de una mejora atlética de los jugadores en la mayoría de las disciplinas deportivas. Esto implica un aumento en la demanda del sistema musculoesquelético, y por tanto mayor riesgo de sufrir lesiones [6].
Es por todo lo anterior que la monitorización y optimización del proceso de entrenamiento adquiere una mayor importancia en los últimos años, siendo su objetivo principal planificar de manera óptima el proceso de entrenamiento, optimizando el rendimiento y minimizando la posibilidad de la aparición de lesiones, disponiendo así del máximo de jugadores en un estado óptimo para la competición [2].
En esta breve, y primera, publicación trataremos de abordar de manera teórica las bases de la monitorización de la carga de trabajo a las que se someten los deportistas.
En la literatura científica, el término más utilizado para referirse a la carga que soporta el deportista es training load [7,8]. A pesar de esto, en los últimos años es más común encontrar en publicaciones científicas el término workload [9]. En una publicación reciente, Windt et al. [9] ya comienzan a plantear un cambio de nomenclaturas. Bajo nuestro punto de vista este segundo término, traducido al español como carga de trabajo, se ajusta más a la realidad del control que se lleva a cabo actualmente, donde no solo se monitoriza la exigencia del entrenamiento, sino que se trata de parametrizar muchas de las variables psicofisiológicas fuera del tiempo de entrenamiento.
Nos referiremos al proceso de control de la carga de trabajo como la monitorización del entrenamiento o la competición (ver Imagen 1). Esta monitorización podrá ser de la demanda física impuesta al deportista (carga externa) y/o de la respuesta fisiológica (carga interna) al trabajo realizado en la sesión. Por otra parte, nos referiremos a la optimización de la carga de trabajo como aquel proceso de análisis de los datos recogidos del deportista para mejorar el carácter individual del proceso de entrenamiento. Por tanto, entendiendo el proceso de monitorización y optimización como dos momentos distintos y necesarios para adecuar el entrenamiento, el objetivo de cualquier preparador físico es aprovechar los datos para obtener una mejora del estado de forma de sus deportistas en los diferentes momentos de la temporada.
Debemos tener claro que las cargas de trabajo de los partidos se deben a las propias demandas competitivas del deporte, el nivel de la competición y la posición específica o planteamiento de juego. Por otro lado, la optimización de las cargas de trabajo durante el entrenamiento tendrá por objetivo inducir cambios fisiológicos positivos, en un momento determinado, e individual para cada deportista, para optimizar el rendimiento deportivo [2].
Imagen 1. Los resultados del entrenamiento son consecuencia de una determinada demanda física y respuesta fisiológica individual del deportista [2].
La demanda física o carga externa del entrenamiento hace referencia a los estímulos aplicados sobre el deportista, así como la cuantificación que podemos llevar a cabo del entrenamiento físico separado de la respuesta biológica. Podríamos referirnos a variables de calidad, cantidad, organización, orientación y contenidos de las tareas planteadas por el cuerpo técnico. Entre las variables a cuantificar podríamos destacar, por ejemplo: la duración y densidad del entrenamiento, la distancia recorrida, la velocidad de carrera, las aceleraciones y deceleraciones del cuerpo, los impactos, etc. Como consecuencia de la exigencia de las tareas planteadas durante el entrenamiento aparecería una determinada e individual respuesta psicofisiológica o carga interna. Destacan como variables de control del estrés fisiológico la puntuación subjetiva del esfuerzo percibido (RPE), la frecuencia cardíaca, las medidas hematológicas, el daño muscular, los diferentes parámetros ventilatorios, etc. [8,10–12].
Imagen 2. El proceso de entrenamiento [13].
Para entender cómo se relaciona la demanda con la respuesta debemos saber que el cuerpo humano funciona como una “caja negra”, en la que se introduce un “mensaje de entrada o input”, en este caso la demanda física, el entrenamiento o la competición, y, a través de la puesta en marcha coordinada de los diferentes sistemas del organismo, se obtiene una “respuesta de salida o output”, el rendimiento (ver Imagen 2). Esta respuesta está determinada por las características individuales del jugador (factores genéticos, estado de forma, experiencia previa, etc.) y la calidad, cantidad y organización de las tareas o la competición.